lunes, 6 de octubre de 2008

MASCULINO Y FEMENINO


El principal órgano de nuestro sistema nervioso central, el cerebro, a través de la influencia hormonal, se diferencia para aceptar esas características que posee el cuerpo. A su vez, el entorno en el cual se desenvuelve la persona, terminará ese proceso a través del repertorio conductual que se ha establecido como adecuado y propio de cada sexo. Esa diferencia es la responsable de las muchas desavenencias y conflictos que afrontan la mayoría de las parejas.
Con la finalidad de propiciar un acercamiento y un mejor entendimiento entre ambos sexos, especifico los puntos dicotómicos que más crean polémicas y que pueden ser responsables de la discordia marital.


El motor que nos lleva a actuar
El que mueve a las mujeres y a lo femenino está en su parte afectiva, tratando siempre de mantener sus relaciones en buen estado –está bien en la medida en que la gente que quiere está bien con ella-. En cambio, lo masculino se encuentra bien en la medida en que logra los objetivos y las metas que se propone. La mujer, generalmente hace el amor. Esta capacidad le permite al hombre disociar más fácilmente el afecto de la sexualidad.


Lo femenino valora más el proceso; lo masculino, los objetivos
Para las hembras, tiene que ver con la capacidad de que las cosas se vayan dando de a poco, con disfrutar los momentos que se están viviendo sin urgencia de llegar lo antes posible, entendiendo todo con calma. Para los varones, es mucho más lógico disfrutar sólo cuando los objetivos están siendo logrados. La cesantía y/o la impotencia le hacen perder el norte, así como la identidad masculina.


Lo masculino separa, ordena. Lo femenino reúne, junta
El hombre tiene todo dividido, reflejo de su estructura mental. Ellos funcionan mejor separando en casilleros o “cajones mentales” las distintas áreas emocionales. Esto les permite poder funcionar en determinado objetivo. En cambio, la mujer siempre se hace acompañar de todas las cosas de las diferentes áreas de su vida (el mejor ejemplo, su cartera, donde puede encontrar desde un medicamento hasta un útil escolar de alguno de sus hijos). Al momento de que el hombre le hace una crítica a su pareja sobre un aspecto de la crianza de un hijo, se dirige a la madre más no a la mujer, quien generaliza en vez de parcelar.


Lo masculino, monofocal. Lo femenino, multifocal
Se ha descubierto, a través de estudios neurológicos, que los hombres tienen la capacidad de concentrarse con mayor facilidad en una sola cosa; en cambio, la mujer tiene lo que se entiende como una capacidad multifocal, pudiendo llevar a cabo varias actividades a la vez (fíjese cuando un hombre ve la televisión). Esto es evidente en la vida sexual en pareja, en la que el hombre se enfoca en la penetración más que en otras prácticas sexuales que gustan mucho a la mujer, quien requiere de estimulación en todo su cuerpo antes de llegar al coito.


Lo femenino resuelve los conflictos hablando; lo masculino en silencio
Al hablar, la mujer satisface su necesidad de saber y comprender. Puede determinar, desde el punto de vista afectivo, cuánto y cómo incide, y su relevancia en la resolución de conflictos. Expresa así los procesos por los que va pasando mientras va ordenando sus pensamientos y obteniendo posibles soluciones. Lo masculino, en cambio, sólo habla cuando tiene conflictos resueltos; es decir, va a llegar de una u otra manera a contar sus situaciones en la medida en que cuenta los éxitos y los fracasos, pero ya con carácter definido. Esto pone de manifiesto lo abstracto de lo femenino y lo concreto de lo masculino en el aspecto psíquico. A su vez, en el manejo del poder, la seguridad del hombre en no perder el poder y la oportunidad de quitarse responsabilidad o “culpa” ante un conflicto.


La rabia de los hombres y la tristeza de las mujeres
Al llorar, la mujer busca la atención del hombre para que se acerque a ella y le ayude, le consuele y le preste toda la atención que necesita en ese momento. Al molestarse, el hombre busca alejarse de tal situación y, por supuesto, de la persona con quien puede compartir su vida y hasta vivir tal conflicto. A su vez, cuando la rabia del hombre signa la relación con los hijos, tiene una finalidad tutorial o educacional.


Los tiempos personales: otra diferencia importante
A las mujeres les cuesta mucho darse tiempo para sí mismas, sin que eso venga acompañado de un factor culposo (que, a su vez, tiende a dañar el proceso vivido). En cambio, a los hombres se les hace muy fácil ejercer tiempos personales y, para ellos, dárselos está considerado culturalmente como un derecho básico. Esta es una de las razones que explican las altas tasas de estreñimiento en las mujeres, así como el colon irritable y las gastritis.


Hombres y mujeres juegan en forma diferente
En cuanto a la conducta lúdica, se establece que la niña deja de jugar al imitar esas conductas familiares y maternales (poner la mesa, lavar, planchar, criar los hijos, cuidarles, etc.) mientras que el niño nunca deja de jugar (“cambian los autos de juguete por los autos de verdad cuando son adultos). Un estudio reveló que los hombres cambiarían de partido político, de mujer, incluso de hijos, pero no equipo de fútbol no le cambiarían por nada aún si estuviese ocupando una muy mala posición en su clasificación. Esta conducta, algo jocosa, refleja lo sano mentalmente que le resulta al hombre, aspecto que le falta a la mujer.


Concluyendo…
Estos planteamientos refuerzan mi Teoría del Punto Medio. Lo ideal es que ambos se acerquen en la relación para que la inversión en la relación de pareja sea efectiva (en lo afectivo y emocional principalmente, además de en los otros aspectos). Si en nuestra pareja sólo pretendemos buscar un complemento, estaríamos con media persona solamente. Complementarnos a nosotros mismos aprendiendo de la pareja es el culmen. Hay que vencer las resistencias socioculturales y los paradigmas antiguos.

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